Una pregunta frecuente que formulan los padres tras el diagnóstico de Trastorno por déficit de atención con hiperactividad e impulsividad (TDAH), es cuánto tiempo durará el tratamiento médico que deben administrar a su hijo.
Ésta pregunta es de difícil contestación, ya que depende del propio paciente y no hay una norma estipulada a seguir que sea cierta.
En principio hay que saber que en el TDAH hay un retraso madurativo de algunas zonas o funciones cerebrales, aunque no en otras, que pueden estar incluso más desarrolladas de lo normal, con una gran variabilidad que implica muchas diferencias entre los pacientes. Ésto llama la atención de padres y profesores, que ven en el paciente una destreza normal y a veces incluso alta, para realizar unas tareas y sin embargo otras veces para otro tipo de tareas, o incluso para las mismas, manifiestan mucha dificultad.
Este retraso madurativo mejora con el tiempo, pero mantiene un decalaje con respecto a las otras áreas o funciones que no presentan dicho retraso, que a su vez también maduran o progresan.
Hoy en día la tendencia más profesional y aconsejable es la de mantener el tratamiento médico sin descansos o con pocos descansos durante el año, ya que se ha demostrado que no solo hay una mejora o beneficio rápido con la instauración del tratamiento, sino que además hay una mejora a largo plazo, que es la más deseada ya que mantendrá una estabilidad en el paciente y permitirá en el futuro reducir, incluso retirar el tratamiento. Ésto no quiere decir que no se pueda reducir, incluso descansar del tratamiento cuando tenga efectos en el paciente que lo hagan aconsejable. En estos casos se puede pactar con el paciente y los padres un descanso que podría ser semanal o anual de un día, semana o semanas, y habitualmente suele ser una disminución de la dosis más que una retirada completa.
Finalmente en los pacientes que llevan varios años de tratamiento y valorando que los síntomas que aconsejaron el tratamiento hayan mejorado notablemente, incluso normalizados, se puede realizar una retirada con supervisión de los padres, que será valorada posteriormente por el especialista para ver si precisa seguir el tratamiento y / o, si la dosis puede disminuirse o mantener más baja que al inicio, o debe aumentarse.
La etapa de la adolescencia es una etapa que muchas veces produce un empeoramiento en la conducta del paciente y hace aconsejable mantener y a veces aumentar el tratamiento. Posteriormente en la etapa universitaria o de formación profesional en su caso, puede ser necesario o no el tratamiento médico, dependiendo de la sintomatología y la conducta del paciente, y a veces de sus aspiraciones y expectativas.
En la etapa adulta pueden precisar la medicación aquellos pacientes, (especialmente los que nunca se han tratado) que presenten una sintomatología que provoque una manifiesta disrupción en su entorno familiar y laboral.
Finalmente decir que este trastorno no es de gravedad vital pero sí influye en el futuro del paciente y en su calidad de vida y que el remedio es indudablemente el tratamiento que aconseje el especialista y el tiempo que lo prescriba.
Equipo Invanep